Un gigante de corazón dulce
A pesar de esto una industria en especial me despertaba
la curiosidad, el enorme bullicio productivo de los imponentes centrales
azucareros me era ajeno y fue siempre un sueño de niño el poder visitar alguno.
Llegar a la comunidad de Siboney, municipio Sibanicú,
es la oportunidad de conocer la vida alrededor de uno de estos gigantes de la
agricultura cubana. Desde cualquier parte del pueblo resulta fácil observar el
armatroste de hierro y humo, sentir su dulce olor a guarapo e incluso escuchar
el siempre emblemático “pito del central”, un sonido que anuncia el inicio,
final o algún momento importante durante la jornada de trabajo.
Mientras más cerca estés de él más colosal te parece. Un
gigante que brama a la par en que produce, una mezcla de máquina y hombre con
esperanza y futuro. Toscos pedazos de hierro conforman una obra de arte que
traga trozos de caña y devuelve azúcares y jugos.
Toda la industria constituye un solo cuerpo compuesto por
variadas partes, los obreros y las maquinarias parecen bailar en sintonía,
acompañados de una melodía rara, fuerte y dinámica que brota de cada parte en
movimiento.
Todo el mundo grita, intentando escucharse por encima de
la voz del Siboney, pero el intento se frustra en otro bocinazo. – Llegó otro
tren!!!, grita alguien anunciado al
cañaveral sobre ruedas que se les viene encima. Yo no escucho nada, solo el
armonioso sonido metálico que acompaña a las esteras que suben una apachurrada
liga de bagazo y jugo.
El ensimismamiento que me acompaña parece incurable, todo
el suelo se mueve, unas gigantes ruedas mantienen el flujo de tantos
movimientos, un hombre parece de juguete parado entre las ferrosas piezas, el
agua cae de los tubos como si la industria también sudara, como si el tiempo de
zafra también la hubiese cansado.
El central es un monstruo que carga en sus hombros el
progreso de una comunidad, el
futuro de un país, que arrastra durante un tiempo
toda la atención de quienes le rodean.
La etapa de molienda casi llega a su fin y el Siboney
gruñirá por última vez, dejando una temporada de silencio para quienes viven en
sus orillas, dejando metas incumplidas, otras superadas, esfuerzos
sobrehumanos, errores corregidos, dejando un sinfín de historias para esos que
llegarán a casa, con el sustento de la familia y le dirán a sus pequeños: - El
gigante volvió a quedarse dormido.
Por: Haniel Valdés Velázquez
Fotos del Autor
Por: Haniel Valdés Velázquez
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