SONRISAS DE ZONA ROJA

 Por: Haniel Valdés Velázquez

 

Pocos meses le quedan a Elizabeth Melissa Tablada Podio para graduarse de estomatóloga, pero para regalar sonrisas y salud no necesita esperar tanto. La pandemia causada por la COVID -19 apagó la vida y las alegrías de muchos, pero existen personas dispuestas a devolverle la esperanza a quienes la han perdido.

En toda Cuba cientos de personas, en su mayoría jóvenes, han trabajado en las conocidas como “Zonas Rojas”, donde se atienden a pacientes positivos a la enfermedad. Los estudiantes de Ciencia Médicas de Santiago de Cuba, entre ellos Elizabeth, también dieron su paso al frente cuando más su provincia los necesitó.

“Ir a Zona Roja era un reto personal y profesional. Me decía a mí misma que, una forma de pagar un poco todo lo bueno que la Revolución cubana me ha dado, era dar ese paso al frente, el país necesitaba de nosotros”

Y es que el miedo, el peligro, no dejan de estar presentes, pero la solidaridad y las ganas de ser útil que caracterizan a las nuevas generaciones logran superar cualquier quizás y los motivan a estar en el lugar donde más se necesitan.

“Desde el año pasado los jóvenes de la Universidad de Ciencias Médicas queríamos apoyar en las Zonas Rojas, pero la provincia logró controlar la enfermedad y no hizo falta”, comenta Elizabeth.

“Ante el rebrote de la enfermedad en la cuidad en este año, fueron abiertos nuevos centros de aislamiento, entre ellos una de las facultades de nuestra Universidad, la Facultad No.2 de Medicina fue destinada a este fin.

Inmediatamente se les pidió apoyo a los estudiantes para trabajar como voluntarios en este centro para casos sospechosos de COVID-19. Fui de las primeras en dar mi sí por la patria y brindarme como voluntaria. Formé parte del segundo grupo de estudiantes de la universidad, que entraban a apoyar en dicho hospital de campaña. El 27 de enero, nuestra Marcha de las Antorchas, a la que estábamos acostumbrados, la enarbolamos este año de esa forma, entrando a Zona Roja”.

Volvió a ser el verde el color de la esperanza, fue también, una vez más, el color de la vida, así era el uniforme que usaba día y noche evitando contagiarse mientras trabajaba incansablemente en cuanta labor le necesitaran.

“El día a día de una Zona Roja se puede definir de pocas horas de descanso y muchas de trabajo. Allí cumplimos varias tareas, apoyamos en mensajería, pantrista, ropería, en la estadística del hospital, entre otras, para lo que se necesitara ahí estábamos nosotros dando nuestra disposición”.

LA ALEGRÍA COMO VACUNA

“Anécdotas de esos 14 días de intenso laborar son muchas, las gracias de un paciente frente a la mirada alentadora que le ofrecíamos bajo nuestros trajes verdes, pero una especial fue cuando cumplía años una pequeña en los días que se encontraba en el hospital”.

Cuenta Elizabeth que “el padre desde afuera le manda a la niña un cake y unos globos, porque ella estaba triste al estar en esa situación, y se nos ocurrió actuar como payasos para realizar ese servicio de mensajería. Entre cantos y bailes de todo nuestro equipo de estudiantes y médicos del edificio le devolvimos por un ratico la alegría a la pequeña. Ella comenzó llorando de la emoción y terminó riendo de felicidad. Aquel acto nos revitalizó como galenos cubanos”.

Y es que cuando se gradúe como estomatóloga, deberá velar por la salud bucal de sus pacientes, pero sin dudas recordará como supo arreglar una sonrisa con solo un poco de alegría.

“La experiencia vivida en lo personal aumentó un tanto el empeño, la responsabilidad, humanismo, empatía con el prójimo, amor, mi calidad como persona y futura profesional de la salud pública cubana”.

“Estar allí te hace vencer el miedo y, levantarte cada día bajo la fuerza que te brinda, el saber que hay quienes esperan ansiosos tu servicio y que de él depende el bienestar durante la estancia de muchas personas en un hospital. Vimos cómo se vaciaba y en pocas horas ya estaba lleno de pacientes nuevamente, y eso te hace aumentar tu percepción del riesgo y tu visión de la necesidad de que el pueblo colabore en el empeño de librar esta batalla contra un virus imperceptible a la visión humana, el SARS COV-2”.

Elizabeth Melissa Tablada Podio fue sin interés ninguno, sin esperar nada a cambio, aún así salió de aquel lugar llena de regalos, de esos que no se ven ni se compran, regalos que lleva por dentro y la acompañarán por el resto de su vida.


“Profesionalmente aumentó mi visión como galena cubana. Me enseñó que con pequeñas acciones le cambiamos el mundo a una persona, que hacer el bien te brinda el bien personal. Además, salir negativa de esa batalla, cumpliendo con todas las medidas higiénico-sanitarias establecidas en el protocolo de actuación contra la COVID-19, da una satisfacción enorme. Actualmente, realizo mis prácticas preprofesionales en una clínica estomatológica y nunca olvido el protocolo de actuación que me enseñaron en la Zona Roja”.

Estar dentro de la Zona Roja, sí, es difícil, pero quien estuvo y salió victorioso, no duda regresar para volver a ser útil, para estar una vez más en la primera línea de la batalla por la vida.

“El estar en año terminal de mi carrera me impide volver a entrar por estos días a la Zona Roja. Pero si tuviera que hacerlo nuevamente no dudaría en decir que sí, en brindarme como voluntaria, brindar mi apoyo a esos que más lo necesitan, nuestros pacientes”.

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