CON LA DANZA PIEL ADENTRO

Texto y fotos: Haniel Valdés Velázquez

Miguel Hernández Silva 

“Desde pequeño bailaba, en el grupo de creación del Círculo Infantil Barquito Dorado, pero lo mismo quería actuar, cantar, que pintar, nunca me decidía. Mi mamá era directora de la Casa de la Cultura y estaba acostumbrado a ver los espectáculos, y fue en esa institución donde me inicié en la pintura, cuando estaba en la escuela primaria. 

Cuando estaba en cuarto grado, mi mamá se presentó al Festival de la Calle Bailar en Cuba” junto con su pareja. Yo fui a verlos bailar y así supe que era eso lo que quería, la danza. Obtuvieron el primer lugar en esa edición y me propuse presentarme el próximo año.

Llegó una nueva edición de Bailar en Cuba y una prima mía se convirtió en mi pareja de baile. No éramos muy buenos los dos, ella se inclinaba un poco más a lo contemporáneo. Ensayamos desde seis meses antes junto con mi madre que fue quien nos enseñó lo básico.

Nos presentamos al concurso y aunque bailamos con muchas ganas no obtuvimos ningún premio, aunque nos divertimos cantidad. El evento nos dio la oportunidad de integrar el proyecto Aires de Bahía y aceptamos muy contentos.

Iniciamos los ensayos con el proyecto y fue bastante difícil al inicio porque no sabía mucho y estaba algo pasado de peso. El profesor Arnol Romero Simón siempre me decía que hiciera ejercicios y me daba consejos para mejorar.

Mi primera coreografía fue con el tema Cuando te encontré, donde fui uno de los abanderados. Así fui avanzando poco a poco hasta que reconvertí en lo que soy hoy”.

Grether Rodríguez Zurita

“Mi historia en la danza comenzó con nueve años. Estaba en cuarto grado en la escuela Ciro Redondo García e hicieron audiciones para entrar al grupo de creación Sabor Cubano, bajo la dirección de la profesora Gretter Amat.

Aprobé la audición y a partir de ese día iniciaron largas horas de ensayo para lo que sería mi primera presentación en el Festival Nuevidanza 2011. Obtuvimos el primer lugar en la primera edición y así fue durante tres años consecutivos.

Lamentablemente al pasar para la secundaria no podía seguir en el grupo y pensé que mi sueño terminaría allí. En Nuevitas anunciaron audiciones para niños interesados en formar parte de Aires de Bahía, bajo la dirección de Arnol Romero Simón, quien pretendía y pretende que la cultura tenga evolución en el municipio, así lo demostró el 24 de septiembre de 2015, cuando por primera vez regalamos un espectáculo al público.

Después de la primera presentación vinieron muchísimas actividades más y con ellas reconocimientos que marcaron el desarrollo del proyecto. Hoy llevo cinco años y medio, mucho sacrificio y voluntad, pero sobre todo empeño y pasión por lo que hago, porque de eso se trata mi vida, de amor a la danza”. 

LA PAREJA

Pero a Grether y Miguel no los verás separados, son pareja en el baile, amigos en la vida, son como uno solo. Aires de Bahía hizo que su camino coincidiera, como también lo quiso la danza.

Ella baila “porque es la forma de transmitir mis sentimientos sin decir palabras”, él, “porque me siento genial y nunca quisiera dejar esta carrera, quiero ser un gran bailarín”.

Él prefiere lo moderno, lo contemporáneo, ella gusta más de los bailes afrocubanos. Lo más difícil para ella fue que “me gustara de lo clásico y lo  contemporáneo”, para él, la preparación física. Así son de distintos, pero se toman de las manos, acompasan sus cuerpos, hacen coincidir sus pasos y vuelven a fundirse en uno.

En lo que sí coinciden completamente es en lo que representa Aires en Bahía para ellos, “una escuela”. Miguel no solo aprendió a bailar, “me trajo nuevas amistades y me enseñó valores”. 

“Nos enseña como debe comportarse un artista tanto en el plano profesional como personal, además de que habernos servido para experimentar otras manifestaciones del arte”, agrega Grether.

Si se les pregunta por el tiempo que llevan como pareja de baile, vuelven a coincidir los criterios. Para él resulta “espectacular, maravilloso. Yo he aprendido de ella y ella de mí nos hemos retroalimentado hasta formar la pareja que somos hoy”.

Para Grether es “una de las mejores experiencias vividas, porque es difícil encontrar la química en una pareja, pero a nosotros nunca nos ha faltado y resulta muy beneficioso. Lo que más admiro de mi compañero es su nivel de captación y creación para las coreografías”.

Por su parte Miguel admira a su compañera fundamentalmente “por su carisma, siempre me saca una sonrisa. Si estoy triste o de mal humor en algún ensayo, sabe como levantarme el ánimo. Admiro además su atrevimiento porque hemos tenido que bailar géneros a veces desconocidos y sabe tirar pa´lante y hacerlo como si fuera algo del día a día”.

Las cargadas, los movimientos más atrevidos y arriesgados parecen sencillos cuando ellos lo ejecutan, pero no solo la práctica los ha llevado a dominar el escenario, existe un factor clave para ambos y están de acuerdo que juntos lo tienen: la confianza.

LA ALEGRÍA DE BAILAR

A su corta edad suman experiencias cargadas de emociones y aprendizajes pero si se les pide recordar el momento que más disfrutaron como pareja de baile coinciden con su participación en el Festival de la Calle Bailar en Cuba.

“Cuando decidimos presentarnos, me sentí muy feliz”, recuerda Grether. Por su parte a Miguel le resultó muy grato el tiempo dedicado a los ensayos de cara a ese evento.

“Haber obtenido el primer lugar ese año representa mucho, por todo el esfuerzo, ensayos que duraban todo el día, lesiones que tuvimos y al final valió la pena y el público que asistió así lo vio también”.

Grether tiene mucho que agradecer a su profesora Gretter Amat, de igual modo a su mamá que nunca se opuso a la idea de que su hija bailara y la acompaña siempre. Miguel ve en su madre a su primera profesora y la principal causante de su amor por la danza.

Y sin dudas una de las personas con quien más agradecidos se sienten por ser no solo su profesor, sino también su compañero, su guía, es Arnol Romero Simón, creador del Proyecto Comunitario Aires de Bahía, maestro de varias generaciones de bailarines y artistas.

Miguel lleva el arte piel adentro: “Yo me inclino mucho por el teatro, si no hubiera conocido la danza creo que estaría actuando”.

Grether está convencida de andar por el camino correcto, “porque mi meta siempre ha sido una sola, bailar”.

Y si tienen que definir la danza con una sola palabra, él usaría esfuerzo, ella, pasión.

Así son Grether Rodríguez Zurita y Miguel Hernández Silva, dos jóvenes que viven por la danza, que bailan para sentirse vivos, libres, para expresar sin hablar, que bailan y dejan lo mejor de sí en cada presentación.


 

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