Crónica a los viajes pendientes

 Por: Haniel Valdés Velázquez

Levantarse de la cama y salir a conocer nuevos lugares se había convertido en costumbre. Algunas veces llegué más lejos que otras, todo lo que mi bolsillo de estudiante estipendiodependiente permitía, pero quedarse en el mismo sitio de ayer nunca fue la opción.

La carretera se volvió una segunda casa, el dedo señalando horizontes el mejor transporte, mi vieja mochila al hombro, mi cámara al cuello y el viento como compañía. El evitar terminales solo por disfrutar de la incierta suerte del “botelleo”, el cambiar de ruta con cada camino que parecía más interesante que el anteriormente planificado, la magia de descubrir nuevos lugares, la adrenalina de saberte perdido.

Viajar ya no era un pasatiempo, era una forma de vida, la guerra abiertamente declarada a la rutina era el mejor de los planes, quizás no hubiera aguantado muchos meses con esa vida tan agitada, quizás hubiese competido con Humbolt en par de viajecillos más, quizás ahora mismo estaría por ahí, en algún nuevo sitio.

Lo que una billetera vacía, un día de lluvias, la falta de transporte, lo que una mediática coyuntura a nivel de país, lo que ni el preludio de exámenes finales había logrado detener conoce hoy la pausa. Un motivo inimaginado, enorme como un planeta y a la vez pequeño como un virus, una pandemia de impensadas magnitudes obligó a colgar la cámara en una pared del cuarto, a guardar la mochila en lo más profundo del closet, a convertir las carreteras en un bonito recuerdo de lo que meses atrás era cotidiano.

Hoy me sigo levantando con ganas de salir a correr, de sacar un dedo y señalarle un nuevo destino al primer camionero que pise el freno cerca del borde de la carretera en que me encuentro, hoy incluso descuelgo la cámara y subo a la azotea a capturar horizontes para no perder la costumbre. Hoy viajar no es ya un día a día, es una añoranza, más aun, una esperanza.

Los viajes siempre terminan, por divertidos, difíciles, largos o cortos que pudieran haber sido, siempre acaban. Pensando en finales fue que me levanté hoy, soñando que este no era más que otro viaje, sin carreteras, viento en la cara, sin nuevas rutas, ni camioneros, un viaje nuevo, diferente, casi interno, uno que exige más que cualquier enlodada ruta montañosa, un viaje a la paciencia y la esperanza.

Este, como los demás, será también un viaje finito, tendrá un momento en que no será más que un recuerdo, una experiencia vivida, un álbum de fotos guardado en la cámara que vuelve a colgar del cuello. Llegará el momento en el pandémico viaje paredes adentro termine y con el final de este vuelvan a abrirse nuevas rutas, a asomarse nuevos viajeros en los bordes de las carreteras.

Los destinos hasta ahora restringidos, no serán más viajes perdidos, serán viajes pendientes, serán nuevos apuntes en la agenda, serán nuevos paisajes, nuevos horizontes, nuevas fotos, serán sobre todo, nuevas oportunidades de salir, conocer y tragarse al mundo.

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